El jugador que de alguna manera se despide de su etapa como futbolista no sólo merece ser recordado, sino que debe serlo, pues resulta prácticamente obligatorio para los amantes del fútbol perdonar sus pecados y dar todo el crédito que se merece la carrera profesional de Gerard Piqué. El catalán es una leyenda por muchas razones, que intentaré describir en la manera que pueda hacerlo en este formato, pues, por si algunos no lo recuerdan, Piqué ha sido esta temporada un individuo sospechoso en el banquillo del Camp Nou, siendo borrado de la gran parte de alineaciones, para el bien del equipo, y para el suyo propio. En cierto modo, el “3” culé se explica mejor que de ninguna otra forma en la adversidad, cuando otros permanecen en la trinchera, él ha estado en el campo de batalla durante años: su talento defensivo ha sido, en cierta parte, algo que nunca habíamos visto hasta el momento en el fútbol español, siendo trascendental para los éxitos del FC Barcelona y la Selección Española en la última década.

Lo cotidiano. La forma de habituarnos a su fútbol rindiendo a un alto nivel en posiciones defensivas desde el primer día vestido de blaugrana -y con contadas excepciones, casi hasta el último- y aportando un equilibrio al esquema culé aún desde campo propio, pero entendiendo las relaciones entre jugadores formadas dentro del campo como ningún otro. Y como he dicho, ha habido excepciones, donde su rendimiento cayó, y la crítica era justa. Pero aquellos discursos eran incompletos. En ellos, la narrativa de lo ocurrido se llevaba a lo personal y se decía tal que así: Piqué está más pendiente de lo extradeportivo que del fútbol en sí, que mientras el rival tenga jugadores rápidos que ataquen su espalda lo tendrán hecho, que no compensaba alinearlo y era mejor dejarle ir. Por intentar llevar la contraria a ese discurso, Piqué consiguió llevar, por fondo y forma, a sus compañeros a otro nivel en los días importantes como ningún otro defensa del Barcelona lo ha hecho nunca, desde la ambición y la determinación. Desde mi punto de vista, y por cuestiones ajenas al fútbol, se le ha hecho la cruz y se ha intentado tirar por tierra todo lo bueno que nos trajo. Y él no se merecía eso. Por todo lo que significa la figura de Piqué en Barcelona.

Cómo si ser central en el Barcelona fuera tan fácil, resulta que Piqué llega a un Barcelona donde en su puesto ya había jugadores consagrados, padres conceptuales de muchos de los defensas centrales de la actualidad. Carles Puyol, Gabriel Milito y Rafa Márquez eran su competencia en su regreso al Camp Nou: sin ser un jugador especialmente rápido, y pudiendo sufrir a campo abierto, su sutil salida de balón y un ímpetu capaz de revertir partidos lo señalaban como uno de los centrales llamados a marcar época, como así fue. Para colmo, y años después, con su buen amigo Mascherano, su antítesis, serían el presente del club durante años hasta la explosión de una fuerza de la naturaleza como era Samuel Umtiti. En resumen, conquistaba el ojo humano a través de intervenciones con movimientos inteligentes, barridas y correcciones ganadoras. Nada puede superar al que ha sido, y para asombro de muchos, el mejor central del Barcelona de la última década. (Por gusto propio) y también en España.

De la mano de Guardiola junto a Martín Cáceres, éste era uno de los centrales más prometedores de Europa, algo verde para ser titular en un gigante europeo, como ya se vio en su etapa, complicada sea dicho de paso en Manchester y que, como es lógico por su edad le gustaba la vida nocturna: entendía que además del fútbol, tenía que vivir su juventud y exprimirla al máximo. Y claro, en Manchester estaba Ferguson, perro viejo que, cuando Piqué iba, Sir Alex ya volvía. El choque cultural era importante y el Camp Nou es soberano, y no entiende de paciencias ni adaptaciones, tampoco con un joven de 21 años, pero para Guardiola no era su talón de Aquiles y contó con él para los días importantes. Esta es lo que hace de la carrera de Gerard Piqué, no un cuento de hadas, pero si una historia que merece ser contada: hacerse grande dentro y fuera del campo, invertir las corrientes de opinión, combatiendo las desacreditaciones de la prensa y aglutinando cada vez más fieles a su causa, como así se está demostrando estos días.

Poco a poco su figura ha ido ganando experiencia y ha conseguido construir una identidad propia, que terminaría por ser diferencial en Liga y Champions, además de abrirle puertas afuera de los terrenos de juego. Para llegar a ese punto, Piqué ha tenido que llevar hasta las últimas consecuencias sus acciones, sin condicionarse y siendo en todo momento él mismo. Su fútbol nace del intelecto más profundo y eso es algo inherente a su figura, que escapa de cualquier planteamiento posible solamente de las respuestas defensivas a través del estudio de las situaciones del juego, lo que supone una inversión muy fuerte por parte de Piqué, quien ha sido capaz de, construir la estructura defensiva de uno de los mejores equipos de Europa en torno a él.

Así es Piqué, alguien sin pelos en la lengua, el eje transversal de todo un Barcelona durante más de una década; el líder de una defensa difícil de gestionar. El que asume el liderazgo en la zaga, con y sin balón. Desde su figura -porte, rebeldía, jerarquía- comenzaba la construcción del juego de posición, algo que él mismo ha disfrutado en sus propias carnes: le hemos visto sumarse al ataque, animarse en conducciones en el centro del campo, tirar paredes y caños. Un jugador diseñado para prosperar en un ecosistema rodeado de enemigos y siempre con el oxígeno al cuello. Esto reformula todo lo que es, y más en el Barcelona, equipo en el que nunca duda de apostar por acumular talento ofensivo a niveles exagerados, provocando, que, en la mayoría de las plantillas culés, el sacrificio defensivo por parte de los delanteros era nulo; arriba estaban los mejores. Un equipo de estrellas que ha desembocado en un debate viralizado: estaban o no las vacas sagradas manejando el club. Yo no me mojo.

Según se van yendo Alves, Mascherano, Rakitić, Iniesta, Xavi, Neymar, Messi o Suárez, Piqué ha ido poco a poco asumiendo más galones aún de los que ya tenía y siendo la cara visible del club en las debacles blaugranas sucedidas a lo largo y ancho de Europa. Cuando el principal foco de responsabilidad e imprevisibilidad apuntaba hacía él, nunca fallaba, sabe lo bueno que es, se lo cree, dentro del área, también fuera de ella, en el juego aéreo, por abajo en salida de balón, saliendo al cruce, tapando espacios, en marcajes estáticos, y no escatimando en esfuerzos para ayudar al compañero. ¿Por qué Piqué no da ya un paso al lado y deja progresar a los jóvenes que vienen pisando fuerte de abajo? Piqué ya dijo en reiteradas ocasiones que cuando llegara el momento, él daría ese paso al lado, porque hay futbolistas que necesitan sentirse importantes para poder rendir y dar el máximo nivel cuando le toque salir al campo. Y aún no siendo un fijo en el inicio de temporada, nadie puede negar que tener un jerarca con tanta voz y experiencia en el vestuario es algo que tienes que aprovechar.

El Barcelona ha iniciado un camino de escalada en el que Piqué necesitaba de varios apoyos para seguir el ritmo al resto de compañeros y no quedarse atrás. Como su jerarquía era innegable (por todo lo vivido y ganado) tener en plantilla a futbolistas jóvenes que puedan aprender de él -como ya lo hizo Araujo, y lo ha estado haciendo Eric García- habiendo más fichajes en su posición -Koundé y Christensen-, ha hecho que Piqué pase a un plano más secundario, que no era otro más que ser el quinto central del Barcelona en los partidos importantes -Puyol tampoco acabó siendo titular- pero las lesiones del resto le obligaron a salir a la palestra en Champions contra el Inter, con implicación directa en los goles de los italianos, con acciones defensivas decisivas para el mal culé. Es decir, Piqué, efectivamente, tiró por la borda todo el ánimo que tenia el barcelonismo de conseguir la victoria en el Camp Nou contra el Inter. Se puede pensar eso y también que no habrá ningún central como él en el club en mucho tiempo.

(…). Yo no quería ser futbolista, quería ser jugador del Barcelona. -Gerard Piqué

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